En las pantallas del pasillo la discusión entre el presentador, la científica, la médium y el gurú llegaba a niveles espirituales insospechados, y comenzaban a oírse las primeras palabrotas. Ni siquiera el calmado vidente era incapaz de contener la bilis que el presentador recolectaba con facilidad. Aún así, parecía que el Sacrosanto Gurú de las Narices tenía las riendas. Arancha era incapaz de usar sus poderes, Inés buscaba entre sus aparatos alguno que ayudase a desmontar la mentira del pseudo hindú, Carlos se defendía con fiereza de los ataques personales que le lanzaba éste. Tenía que ayudarles y pronto. Solo tenía unos minutos antes de la siguiente pausa publicitaria.
Abrí la puerta del camerino con cuidado de no hacer ruido. No sabía qué me esperaba exactamente al otro lado, pero contaba con al menos decenas de espíritus flotando y brillando en un torbellino de almas que crease un vórtice al más allá.
En la habitación oscura, iluminada solo con velas y una televisión mostrando el programa no había ni un alma. Al menos no fuera de su sitio.
La única que había estaba en un cómodo cuerpo. La ayudante del Gurú estaba sentada en la silla de su camerino, hablando con varias personas. Ninguno de sus interlocutores parecía estar ahí.
- Vale ¿quieres acabar de hundir a ese gilipollas? - me sentí avergonzada al haber presupuesto que la mujer oriental no hablaría mi idioma. Lo hacía con desparpajo y acento de Hospitalet. Aún seguía llevando su exótico disfraz, pero lo tenía abierto y descolocado por comodidad. - Creo que tenemos a un espíritu que conoce a su marido, el futbolista. Ya verás como atacando por ahí se deja de intentar tocarte los cojones.
Hablaba con el No Tan Sacrosanto Gurú por una radio.
Busqué en el interior de mi chaqueta y saqué el arma con cuidado, apuntándola mientras seguía hablando. Apreté el gatillo, y mi móvil comenzó a grabar el vídeo.
- ¿Que dice qué? - la mujer se carcajeó. - Que lo intente, a ver si le dejan. Un inhibidor de frecuencias en un plató de televisión, ¿esa doctora se cree que le van a dejar usarlo? - miró a la televisión que mostraba a la doctora de pie, perdiendo los estribos - ¿Por qué te crees que hacemos estas cosas en directo, Inecia? Si quieres demostrar que usamos una radio, tendrás que currártelo mejor.
La mujer en la pantalla silenciada gritaba y se abalanzaba sobre el gurú.
- ¡Eh! - la mujer se aferró a la silla, preocupada. - No, no, no, Manuel, el turbante que no lo toque. Dile que es muy insensible por su parte, joder, que es algo cultural. - Pensó durante un segundo y se rió de su propia idea. - Dile que es como si tú le arrancases el sujetador en directo, ya verás cómo te ganas al público.
En la pantalla, el gurú dijo algo que no pude oír y las cámaras enfocaron al público mientras se reía.
- Muy bien, ¿esa tipa quiere guerra? Vamos a ver qué más información sacamos de su abuela...
Apreté el botón del móvil y dejé de grabar. Tenía bastante para demostrar que eran unos farsantes. Le envié el vídeo al teléfono que me había pasado Carlos antes del programa y guardé el móvil. No había venido por eso. No solo al menos.
- A ver, tú - continuó la mujer. - Pregúntale más trapos sucios a la abuela de la doctora, vamos a acabar de humillarla. Y mira a ver si eres capaz de encontrar a alguien que pueda decirnos algo de esa Lola de María, no me fío un pelo, está muy callada.
- No... - respondió otra voz en el interior del camerino. Había dos voces y solo un cuerpo, no me salían las cuentas. - Sus padres están muertos, pero soy incapaz de invocar a sus espíritus, se resisten.
- ¡Pues los traes a la puta fuerza! ¿No eras la mejor médium de España? Pues controla a esos espíritus y oblígales a venir. - la ayudante levantó una esfera de cristal del tamaño de una pelota de tenis hasta ponerla frente a su cara. En su superficie pulida, un rostro cansado se reflejaba. No era el suyo. - ¿O quieres que devolvamos tu querido Cristal del Futuro a la caja donde la encontramos durante otros veinte años?
- Suéltala. - dijo otra voz en el interior del oscuro camerino. Era la mía, pero aún así me sorprendió. Había arruinado el factor sorpresa solo por hacerme sentir la heroína defensora de almas. Típico de mí.
- ¿Quién cojones? - la mujer se giró, intentando esconder la esfera tras ella. - ¿Qué haces aquí? ¡Esto es una habitación privada!
Pude ver en la pantalla de televisión un primer plano del Sacrosanto Gurú. Su rostro se descompuso tras oír a su ayudante por el pinganillo que ocultaba en alguna parte de su turbante.
Señalé el reflejo asustado de la vieja médium que se mostraba en la esfera de cristal.
- Libera a Doña María.
- ¿O qué?
Me abalancé sobre ella a modo de respuesta. Desgraciadamente, sin mi factor sorpresa y con mis nulas habilidades para el combate cuerpo a cuerpo me esquivó con facilidad. Caí sobre la mesa derribándola y acabé aterrizando en el suelo. La ayudante aprovechó mi despliegue digno de las tomas falsas del Circo del Sol y me dio una patada en las costillas que me hizo ver las estrellas. Me abracé a mí misma en posición fetal y comencé a balbucear mientras la ayudante seguía insistiendo con su pie en mi costado.
- ¿Quién coño eres? -patada - ¿Te crees que puedes venir a mi camerino e intentar calzarme una hostia? - patada - ¿A mí? - patada - ¿A la Jessica?
- No intentaba pegarte - solté entre lágrimas. Realmente si lo había intentado. Para una vez que me encontraba a un enemigo de mi talla y parecía ser cinturón negro en palizas callejeras. Mascullé entre dientes. - Solo quería agarrarla aprovechando de que eras imbécil...
- ¿Qué coño me has llamado? - la mujer me levantó de la chaqueta y me acercó a su desquiciada cara, que tenía aspecto de ser la pesadilla de ciertos polígonos. Aproveché la cercanía para reventarle el Cristal del futuro en la cabeza.
- Imbécil. - repetí amablemente.