Como todos los años por estas fechas, llega una de mis tradiciones favoritas. No hablo de la Navidad, a la que le queda una semana aún, si no el Salón del Cómic de Zaragoza. No es tan famoso como el de Barcelona, ni tan multitudinario como el Expocómic de Madrid. No es ni tan escandaloso como el Salón del Manga, ni mucho menos tiene tanto glamour como el de Angouleme. Pero vive dios que es mi favorito. Y no sólo porque a nivel particular, todos los webcomiqueros nos juntamos y nos liamos a dibujar, vender y beber como si no hubiera mañana, y como si, en caso de haber tal mañana, no hubiera que ir a firmar a las doce del mediodía. Es un salón grande, no nos engañemos, que esto es Zaragoza, hay Gran Casa y Parque Grande, no vayamos a poner un Salón del Cómic Pequeñito. Pero además, y a diferencia de casi todos los que conozco, es gratuito. Esto permite que todo el mundo que quiera, tanto los más frikis de los cómics, como los más dubitativos, entren, y que todo el mundo pueda ver el mundo del cómic por dentro. Y divertirse con él. También es un salón buenrrollero, y lo digo desde la experiencia, tras haber tratado con otros salones, hablar con los organizadores del salón del cómic de Zaragoza es un lujo y un descanso, da gusto ver cómo se desviven (en serio, no hay ironía, a mí se me hace raro hablar así de organizadores de eventos, pero es verdad!) y cómo nos miman a los webcomiqueros. Grande, gratuito y con buen rollo. Eso explica que me vaya a pasar todo el fin de semana encerrado ahí, dibujando y firmando. ¡Allí nos vemos!